sábado, 25 de julio de 2009

Un día en el aeropuerto


Tomar un viaje en avión en destinos nacionales, muchas veces puede resultar una de las experiencias más traumáticas que podamos vivir. El primer hecho ocurre cuando estás en la cola para el famoso check in. Ese día estando en Maiquetía duré aproximadamente 25 minutos en la cola a punto de ser atendido. Había dos operadores atendiendo personas. Una de ellas estaba atendiendo a una persona muy pasada de peso que protestaba porque le habían dado ventanilla, además que le exigían pagar por el sobrepeso de su maleta. La hija de esta señora se quejaba porque la operadora no le dejaba meter como maleta de mano una bolsa en la que llevaba una plancha para el cabello y el argumento de ella era que en margarita la operadora no le dijo nada al respecto y se la llevó consigo. El otro operador atendía a una persona que se había decidido ir con su familia a margarita y su agente de viajes se le olvidó confirmar el boleto de hijo menor que tenía aproximadamente 2 años de edad, quién a la final le pudieron emitir su entrada al vuelo. "Tanto que cuesta un pasaje en avión para ir aquí mismo en Venezuela" se quejaba el infortunado padre.

Una vez solventado este asunto, la chica procede a atenderme y, como me ocurre con los bancos, nunca he entendido porqué la persona que están atendiendo antes de mi dura 10 minutos en promedio haciendo una operación y cuando paso yo la operación dura apenas segundos, la chica me emitió de inmediato el boarding pass y me dice que me dirija a la puerta 7 a esperar el embarque. Pago mi tasa aeroportuaria y me dirijo a la sala de espera de dicha puerta 7.

Como siempre, llegué mis dos horas antes del vuelo para uno que estaba pautado para las 7:05 am. Para no hacer aburrida mi espera, veo como en una de las tiendas de revistas que están frente a la taquilla de la tasa aeroportuaria, una serie de personas como si estuvieran en fila para comprarle algo a la chica que atendía ahí, pero me percato que la reja santamaría que protege dicho local, se encontraba a medio abrir. Por precaución, le pregunto a la mujer de ese quiosco, que si estaba vendiendo periódico, a pesar de que ya había visto yo a la gente haciéndole cola como para pagar algo, a lo que ella me responde "si estuviera vendiendo, la reja estaría completamente arriba". Mi respuesta ante tal hecho dantesco fue que con decirme no tenía pero que dada la educación hogareña recibida por esa chica, podría entenderle su respuesta. Di media vuelta y me fui al mismo momento que los de la cola refunfuñaban por haber perdido el tiempo haciendo una cola.

Una vez en la sala de espera, como era de esperarse, eran las 8 y 30 am y todavía seguíamos esperando el embarque. A pesar de que Venezuela es parte del Convenio de Varsovia y las autoridades que se encargan de la defensa de los pasajeros se hacen de la vista gorda, cuando procedí a reclamar a la línea a ver de qué manera nos resarcían, me dijeron tranquilamente que como es debido a condiciones climáticas, ellos no se hacían responsables por los retrasos. Obvio que cuando fui ante los representantes del INAC, todos estaban desayunando fuera de la oficina, así que no tuve otra que calarme la espera.

Llegado el avión, procedimos a embarcar y como todo ser mortal usuario de líneas aéreas, me encomiendo al altísimo por una gran razón: "que por lo menos la persona que me toque al lado sea una tipa que esté buena". Y como siempre ocurre, la persona que me tocó al lado fue la gorda de la taquilla. Debido a su corta estatura y su poca movilidad corporal, me pidió la ayuda para colocar su maleta de mano (que no pesaba menos de 15 kg) sobre el compartimiento. Impresionante era ver como esa humanidad se encontraba sentada al lado de la ventanilla, con su hija al lado y entre los asientos del avión que por situaciones "inexplicables", quedan cada vez más pegados uno del otro.

Yo quedé al lado del pasillo pero el hecho de haberla ayudado significó calarme a la señora durante todo el vuelo hasta margarita hablándome de lo que le hicieron en la taquilla y quejándose de que solamente durante el vuelo nos dieron fue algo de beber y no un entremés para comer.

Incómodo resulta igualmente que la bandeja para colocar la bebida que nos dieron, se encuentra en la parte posterior del asiento que tienes enfrente. Valga Dios que el que se encuentra sentado ahí se mueva porque si te descuidas el refresco se te viene encima, como así fue que le ocurrió a la hija de la gorda.

Una vez llegados al destino, ocurrió lo que siempre le ocurre a cualquiera: la pérdida de la maleta. Impresionado quedé que la mía llegara pero la maleta que se quedó fue la del niño cuyo agente de viajes no le confirmó su pasaje según escuché de parte de su padre.

Fue entonces que decidí no escuchar más calamidad y me dediqué a salir del aeropuerto y disfrutar de mi trabajo en la Isla de Margarita.